ARQUITECTURA DIVINA

13.12.2019

En la Eucaristía de uno de los días de la primera semana de Adviento, descubrí que las dos lecturas de la Palabra de Dios tenían una gran consonancia entre sí.

Parece que el mensaje que el Señor quería transmitirnos era muy claro y al mismo tiempo muy enriquecedor para este tiempo de esperanza previo a la Navidad.

"Aquel día, se cantará este canto en la tierra de Judá: «Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes. Abrid las puertas para que entre un pueblo justo, que observa la lealtad; su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti. Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua." (Isaías 26,1-4)

"El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande." (Mateo 7,24-27)

Seguramente que ya te has percatado de la gran similitud que existe entre ambas lecturas bíblicas. El mensaje es uno: el Señor es la roca sobre la que podemos edificar una vida con propósito y una existencia que puede dar mucho fruto. Cuando nuestro ánimo no anda bien o nos falta la paz, seguramente sea porque de alguna manera hemos dejado de confiar en Dios y en su gran amor que sostiene toda nuestra vida.

El problema no suele ser el temor o el miedo en sí mismo, ya que todos lo tenemos en un momento o en otro, sino que nuestra vida se paralice por el temor y el miedo que nos impiden avanzar. La valentía no consiste en la ausencia de miedo, sino en la capacidad de avanzar a pesar del miedo.

No se trata de arquitectura, pero cuando somos capaces de hacer silencio interior para escuchar a Dios y poner en práctica sus palabras, descubrimos que nuestra existencia se parece mucho a una de esas construcciones que ningún huracán o terremoto es capaz de echar abajo. El secreto está en tener buenos cimientos y los mejores fundamentos para permanecer y perseverar hasta el final.

La vida no consiste en sortear las lluvias, alejarse de los ríos y evitar los vientos. Todo esto forma parte de nuestra existencia en esta tierra y debemos saber convivir con ello para crecer y vivir en plenitud nuestro viaje por este mundo. Lo que realmente marca la diferencia es saber que nuestra vida puede descansar sobre la roca perpetua que es Cristo.

"Pues no quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y por el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo." (1 Corintios 10,1-4)

Que tu preocupación no sea la lluvia que pueda caer, o los ríos que se puedan desbordar, o los vientos que puedan soplar, sino que tu cimiento y fundamento siempre sea Cristo y su Palabra de vida que puede sostener tu vida y tu existencia hasta que tengas que partir para ir a tu destino final.

La arquitectura divina se fundamenta en Jesucristo y en su gran amor por cada uno de nosotros. En su fidelidad podemos descansar y afianzar todo cuanto somos y tenemos para dar gloria a Dios con los ángeles del cielo en esta Navidad.


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