LA MEJOR VERSIÓN

10.01.2020

Tengo que reconocer que la primera lectura del primer día del año que se proclama en la Eucaristía de la solemnidad de Santa María, Madre de Dios, es uno de esos textos bíblicos del Antiguo Testamento que más disfruto escuchar y meditar.

Especialmente al recordar a mis familiares más directos, mis amistades más cercanas y todos aquellos que llevo en el corazón.

El Señor habló a Moisés: «Di a Aarón y a sus hijos, esta es la fórmula con la que bendeciréis a los hijos de Israel: "El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz". Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré». (Números 6,22-27)

Se trata de una de las fórmulas de bendición más antiguas recogidas en la Biblia. En ella encontramos tres peticiones que comienzan con el nombre del Señor, como si fueran una triple invocación que nos está preanunciando la Santísima Trinidad. La Iglesia, con mucha sabiduría, ha sido fiel a la gran tradición de bendecir a los creyentes, implorando sobre ellos el favor divino, especialmente al finalizar la celebración de la Eucaristía.

En esta hermosa bendición se pide la protección de la vida, la gracia y la paz. No cabe duda que se trata de los tres dones que podrían muy bien resumir y sintetizar las aspiraciones más importantes del ser humano, y que solo Dios puede otorgar en plenitud.

En alguno de los Salmos se alude a esta fórmula de bendición y en la liturgia del Templo también era empleada por los sacerdotes. Esto nos hace entender el gran hilo conductor que es capaz de atravesar los siglos para llegar hasta nosotros en la liturgia de la Palabra del primer día del año nuevo que comenzamos.

La bendición del Señor es capaz de traer paz a tu vida, aún en medio de las dificultades que supone caminar por el más oscuro de los valles. Cuando te dejas proteger por su amor y misericordia, puedes recostar tu vida entera sin temor en verdes praderas. Si te atreves a caminar de cara a Dios, Él hace iluminar su rostro sobre ti y su favor llega a tu existencia.

No olvides que Dios es especialista en vestir hijos pródigos. Si te sientes así en estos momentos y consideras que ya es tarde para volver porque has perdido los mejores años, recuerda que Él tiene reservado para ti el mejor vino para el final como en las bodas de Caná. Los años que ya has vivido no son los años que tienes en realidad, sino los que están por delante y aún no viviste.

Lo mejor está por llegar debido a que el Señor te reserva lo mejor para el final. En el orden humano el mejor vino se saca al comienzo y se deja el peor para el final; sin embargo, en el orden divino es al revés. Él tiene reservado para ti el mejor vino, el añejo. Por eso no te rindas ni bajes los brazos, ya que Dios no ha culminado todavía su obra en tu vida. Ahora eres mejor versión que ayer, pero aún desconoces lo que vas a ser mañana, ya que los mejores días están por delante.

Querido lector, querida lectora; esto es precisamente lo que te deseo en estos primeros días del nuevo año. Que el Señor te bendiga y te proteja como nadie es capaz de hacerlo con semejante ternura maternal, que ilumine su rostro sobre ti para que ya no camines más a tientas y te conceda su favor; que el Señor te muestre hoy su rostro para que puedas descubrir su propósito para tu vida y te conceda la paz de saber que eres profundamente amad@ tal como eres y así como estás.

Pero recuerda y ya nunca lo olvides: Dios te ama como eres, pero no te deja como estás porque te quiere demasiado. ¡Déjate amar y se revelará la mejor versión de ti mism@ de ahora en adelante!


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