FE AL ROJO VIVO II
Cuando oramos y ayunamos en primer lugar, se abren puertas de misión y evangelización. Pero no tenemos que ir a África o la India en todos los casos; en nuestras familias, trabajos y amistades podemos vivir en misión permanente con Jesús.

La evangelización
no es algo que hacemos, una acción aislada, sino una forma de vivir y una
actitud continua que va siempre con nosotros. Cuando tomamos conciencia de la
urgencia y del poder que tiene el mensaje de la cruz, nos ponemos en camino
como discípulos y así nos convertimos en apóstoles que siempre encuentran
ocasiones para anunciar a Jesucristo.
No se trata de invitar a la gente a ser
buena, sino de invitarles a que se encuentren con Él, le conozcan y le amen con
todo el corazón. Si no hay encuentro no pasa nada, todo sigue igual; es el
encuentro con el Señor lo que cambia la vida de las personas. No se trata de mí ni de ti, se trata de Él y de su amor por cada uno de nosotros.
Cuando tengo la oportunidad de
predicar el kerygma y de
compartir el amor de Dios con alguna persona, me gusta decir: "No me importa si
crees en Dios en este momento de tu vida, tan solo quiero decirte que Él sí
cree en ti. Un día soñó contigo y te trajo a la existencia porque te ama. No sé
si lo sabes o ni siquiera lo crees, pero eres amado por Dios. Déjate amar y
recibe hoy su amor".
He visto vidas transformadas cuando alguien se sabe y se
siente realmente amado por Dios, la mía en primer lugar. Por eso, me gusta
siempre empezar por ahí. Cuando has sido testigo del amor de Dios y lo has
acogido como el mayor de los dones recibidos, deseas corresponder y amarle a Él
con todo tu corazón. Es la lógica del amor. Amar a Cristo con todo el corazón
implica darle el nuestro y recibir el suyo a cambio.
Cuando aceptamos su
Corazón tenemos una nueva perspectiva de la vida, unos ojos espirituales nuevos
que nos lleva a tener la misma carga y la misma compasión del Señor, que antes
no teníamos, por aquellos que aún no le conocen. Se trata de una nueva
generosidad que nos hace darnos cuenta que tenemos mucho para dar, mucho para
bendecir la vida de los demás.
Cuando
mi propia vida se vio transformada y ya no pudo ser la misma que antes, la
evangelización dejó de ser opcional para mí. Se convirtió, más bien, en una manera
de vivir anunciando y dando testimonio de lo que a mí me había sucedido.
No puedo callar todo lo que he visto y oído porque es mucho más grande que yo mismo; por eso vivo siempre con el deseo de dar gratis lo que yo también un día recibí gratis. Siempre escucho la voz de mi Señor que dice: "¿A quién enviaré? ¿Quién irá de mi parte?". A ti y a mí nos corresponde contestar: "¡Heme aquí! Envíame a mí!".
Copyright © 2021 - Se puede hacer uso de este material siempre y cuando se indique autor y procedencia