TROYANOS DE DIOS
Cuando Jesús llama a los doce apóstoles les da una serie de instrucciones para la misión, unido al anuncio de persecución que les hace.
Previo a esta advertencia que no pueden pasar por alto, el Señor les revela una clave muy importante que necesitarán tener presente cada día:
"Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas" (Mt 10,16).
Yo creo que tenemos mucho más presente el encargo de ser sencillos como palomas que el encargo de ser sagaces como serpientes. Sin embargo, no se trata de una elección o alternativa, sino de las dos caras de una misma moneda que se complementan. La sencillez sin la sagacidad nos hace tontos o ingenuos, y la sagacidad sin la sencillez nos hace malvados o suspicaces.
En nuestro trabajo apostólico necesitamos la sencillez para anunciar el Evangelio, y la sagacidad para sobrevivir y ser eficaces entre lobos. En mi trabajo misionero he comprobado que, ante la advertencia evangélica de persecución, existen dos actitudes: la de quienes tratan de pasar desapercibidos sin llegar a compartir su fe y la de quienes no miden demasiado sus palabras y sus gestos. En el primer caso tenemos el riesgo de diluirnos y perdernos en medio del mundo como uno más, y en el segundo caso tenemos el riesgo de ofender a los no creyentes y pensar que el martirio es un fin en sí mismo.
El objetivo de nuestra misión y de nuestra vida cristiana no es la persecución o el martirio, sino el deseo ardiente de llevar a las personas al encuentro con Cristo. La persecución y el martirio suponen el precio a pagar y la consecuencia dichosa de seguir al Maestro. Nosotros no somos los que debemos ofender a las personas, es la Buena Noticia de Jesucristo la que llama a un cambio de vida y confronta el pecado.
Algo no anda muy bien todavía en la Iglesia cuando hay personas que afirman no tener ningún interés en ella debido a que saben muy bien lo que denuncia, pero desconocen lo que anuncia. Si lo poco que conocen de nosotros los que no son de los nuestros es nuestra denuncia del aborto, la eutanasia y nuestra defensa de la familia, aún hay algo que no estamos haciendo bien. Si lo primero y lo que más habitualmente hace la Iglesia es denunciar el pecado y ofender a los no creyentes, en vez de anunciar el Evangelio y sanar los corazones afligidos, es que todavía no hemos puesto en práctica la clave que nos ha dado el Señor de ser astutos como serpientes y sencillos como palomas.
Una de las tentaciones de los agentes pastorales que el papa Francisco menciona en la Evangelii gaudium es la mundanidad espiritual:
"Esta mundanidad puede alimentarse especialmente de dos maneras profundamente emparentadas. Una es la fascinación del gnosticismo, una fe encerrada en el subjetivismo [...] La otra es el neopelagianismo autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado. Es una supuesta seguridad doctrinal o disciplinaria que da lugar a un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar. En los dos casos, ni Jesucristo ni los demás interesan verdaderamente. Son manifestaciones de un inmanentismo antropocéntrico. No es posible imaginar que de estas formas desvirtuadas de cristianismo pueda brotar un auténtico dinamismo evangelizador." (94)
Si en verdad anhelamos una Iglesia que sea capaz de mover al mundo, no que se mueva con el mundo, y que de nuevo sea escuchada porque tiene algo demasiado importante que anunciar, debemos seguir la estrategia del ataque lateral y no del ataque frontal. El estilo de Jesús es el de una revolución silenciosa y el de la levadura en la masa, algo que no se ve porque es sutil pero que se percibe por sus efectos.
Cuando el Señor nos pide ser astutos como serpientes, seguramente no se refiere a este tipo de reptil sino aquel a quien representa en el libro del Génesis: el diablo. Si el diablo utilizó su astucia para engañar, nosotros debemos usarla para bien. Esta habilidad para conseguir un fin es imprescindible hoy para hacer posible una nueva evangelización, desde una Iglesia en salida misionera que siempre busca anunciar la Buena Noticia del bien (Rom 10,13-15).
Cada vez estoy más convencido de que debemos apostar por
introducirnos sutilmente en la masa de nuestro mundo para cambiarlo desde
dentro, a modo de implosión y no a base de explosiones desde fuera. El llamado
que nos hizo Jesús fue a estar en el mundo sin ser del mundo (Jn 17,15-16),
para cambiar el mundo. Los cristianos
del siglo XXI somos los nuevos "agentes secretos" del Señor y los "troyanos" que
Dios ha colocado en medio de nuestra sociedad para evangelizar a los pobres,
para proclamar a los cautivos la libertad, para dar vista a los ciegos y poner
en libertad a los oprimidos (Lc 4,18).
¿Te animas a unirte al cuerpo especial de los agentes secretos y troyanos de Dios, para cambiar el mundo con el consuelo y la esperanza del amor de Cristo?
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